23 septiembre 2009

Karpov rulez

Ahora que se cumple el 25 aniversario del primer enfrentamiento entre Karpov y Kasparov por el cetro del ajedrez mundial (junto a Bobby, y a Judith Polgar, los dos talentos más grandes que ha dado este deporte), me viene a la memoria que yo aprendí a jugar al ajedrez con mi tío por aquellas fechas, mientras veraneábamos en el pueblo.


A mi tierna edad ya sabía mover las piezas y algunas cosas básicas, pero poco más. Esos veranos de principios de los 80, de casi dos meses, eran el caldo de cultivo perfecto para pasar al siguiente nivel de aprendizaje. Y me lo tomaba en serio. A mí tío le sorprendía mucho que me gustara jugar más con negras que con blancas y que me gustara mucho más reproducir las partidas que salían en los periódicos y comentarlas con él que jugar con mis amigos o con él mismo. Recuerdo esos momentos con cariño. Luego enseguida se me pasó la tontería ajedrecística. Bueno, gane una copa en el Instituto, la copa del grupo de los malos, pero una copa al fin y al cabo. Y no podemos olvidar las míticas partidas con el ChessMaster 2000. Juegazo :-).

Bueno, a lo que iba. A mi tío le encantaba Gari Kasparov, como a casi todo el mundo, sobre todo fuera de Rusia. Gari era más joven, un juego más creativo, más alegre, más arriesgado, es activista político, se atrevió a jugar contra Deep Blue (y a perdió), en definitiva, transmite. Por contra Anatoli Karpov es el rigor soviético por excelencia, el orden cartesiano recien salido del Koljós, el estajanovismo ajedrecil, parece un alto cargo de la KGB (y no me extrañaría que hubiera estado en nómina). Mucho más oscuro, serio y mucho menos atrayente a priori.

Sí, lo habeis adivinado. A mí me gustaba mucho más Karpov.

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