04 noviembre 2007

Las mañanas del domingo

Los domingos de ayer y los domingos de hoy.

Ayer, los domingos por la mañana se pasaban mayormente en la cama, porque la juerga del sábado así lo requería. Te levantabas más o menos para la carrera de 500 cc., con el correspondiente comentario sardónico de tus progenitores. En algunas ocasiones la resaca hacía acto de presencia y deambulabas cuan alma en pena por los sofás, intentando que no se notara mucho, hasta la hora de comer. Solías ojear cinco minutos el Marca y pare usted de contar. Otros días tenías partido de fútbol y, aún durmiendo poco, descargabas el vigor juvenil dando patadas a un balón. Muchos domingos el aperitivo con los amigos, nunca antes de la una, era norma y casi siempre acababas llegando tarde a comer, a mantel puesto, claro, y con una sonrisa de oreja a oreja.

Hoy, las mañanas del domingo son más tranquilas, más sosegadas, más rutinarias. Madrugas más, quizás para aprovechar más el día libre, pensando que el lunes tienes que volver al tajo, quizás porque el sábado estabas en la cama a las 00:30. Cuando está amaneciendo sales al balcón y te quedas observando unos minutos la tranquilidad. Lees un libro o ves ese mítico concierto de Nacha Pop en DVD por decimocuarta vez. Sales pronto a comprar porras y te traes dos periódicos "serios" con sus correspondientes dominicales que lees de principio a fin, incluso la sección de opinión, por aburrida que ésta pueda ser. Te haces un par de sudokus y sacas al perrón mientras te pones a pensar en tus problemáticas y tus desencantos. Incluso cocinas y pelas patatas.

Antes el domingo duraba todo el día. Hoy los domingos, pese a pasar cadenciosos, cada vez duran menos ...

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