27 marzo 2007

De averías y tardanzas

Cuando el autobús se acerca a la estación de tren ya notas que pasa algo raro. Ese mogollón de gente esperando (mucho más que cualquier día normal a la misma hora) no augura nada bueno. Llueve a mares y entras a ver que sucede. Efectivamente, enseguida comienzas a oir la típica voz ronca de la megafonía de RENFE, esa voz que odias con todas tus fuerzas porque casi nunca trae buenas noticias y encima juegan a engañarte la mayoría de las veces. No deja lugar a dudas: "Por avería en el fluido eléctrico, los trenes están sufriendo fuertes demoras y bla bla bla ... Disculpen las molestias".



Ante la pésima alternativa del autobús interurbano (el atasco es norma y más en un día de lluvia), decides quedarte a ver que pasa. Y pasa que el tren llega veinte minutos tarde. Y viene lleno, claro. Y en la estación hay tropecientas personas esperando. Como nunca me han gustado las aglomeraciones, y viendo el cariz (metro japonés en hora punta) que estaban tomando los acontecimientos, decido dejar pasar el tren y esperar el siguiente. Craso error. El siguiente tren tarda 40 minutos más y viene igual de lleno o más que el anterior. Y en la estación hay la misma o más cantidad de gente esperando. Y el de megafonía cada 5 minutos repitiendo lo mismo. La mezcla entre indignación (soluto) y resignación (disolvente) es perfecta.

Haciendo de tripas corazón, decido meterme en el tren y comienzo a jugar al autocontrol. No me gustan nada las aglomeraciones (supongo que a casi nadie le gustan) y me cuesta no asfixiarme. Lo medio consigo, mientras intento hacerme un espacio vital con el que resistir 35 minutos que dura el trayecto. En esos 35 minutos, como no puedes ni siquiera estirar los brazos para leer la prensa gratuita, te da por pensar. Y piensas que cojones narices haces ahí metido y porque no habrás elegido el noble arte del pastoreo en un pueblecito perdido de Castilla y León en vez de la kafkiana situación de ser transportado como si fueras un cordero en un tren de mercancías.

Entre por la puerta de la oficina de mi curro a las 10:32 minutos. Solamente 1 hora y 32 minutos tarde. Lo peor no es que tenga que recuperar ese tiempo perdido, que lo recuperaré y con creces, lo peor es que comienzas el día de una mala hostia leche digna de mención.

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