16 noviembre 2006

Dignidad versus fisiología

Hoy mismo, contraviniendo mi timorata personalidad y mi acusado sentido del ridículo, he tentado a la fortuna poniendo en peligro mi dignidad, dejando en manos de la suerte mi sólida y bien ganada reputación de hombre gris. El motivo, para mi descargo, ha sido puramente fisiológico, que conste en acta, pero mi osadía me pudo costar caro.



Me explico. Esta mañana se ha roto la cerradura del aseo individual que mis compañer@s de trabajo y yo mismo utilizamos en el trabajo. Desde fuera se puede abrir, pero desde dentro no. Hasta que la cambien, un cartel pone "Cerradura averiada, no se abre desde dentro. No Cerrar la puerta".

Hasta ahí todo correcto. Pero hete aquí que un inoportuno apretón antes de acabar mi jornada de mañana y el desconocimiento de la avería en la puerta me puso en la difícil tesitura de decidir en décimas de segundo si arriesgarme a utilizar el aseo con la puerta rota o buscar otro escusado. Después de unos segundos eternos, elegí la primera opción, más por premura que por otro motivo, no quería arriesgarme a un desastre mayor. Tampoco podía cerrar la puerta porque me quedaría encerrado y al estar en la hora de la comida perfectamente podría estar allí una hora o más, así que opté por acercar la puerta al marco sin cerrarla y encomendarme a San Ramón Nonato.

Al final el aparato digestivo realizó su función excretora en un tiempo razonable y sin que nadie entrara en el servicio. Todo un alivio. Pero he corrido un gran riesgo. Imaginad que alguien entra y me pilla con los pantalones en el suelo, en tan escatológica postura. Y si encima la que entra es una señora o señorita, ya directamente me suicido.

PD: Hablando de retretes, el primer equipo de fútbol sala en el que jugué se llamaba "Water Closet". Que tiempos aquellos ...