04 julio 2006

Sin techo

Me lo encuentro casi todos los días en el barrio donde trabajo. Haga frio, calor, llueva o granice ahí está él, viejo, calvo, con una abundante barba blanca y la mirada perdida en el infinito. Su "techo" es una marquesina de autobus llena de polución. Viste una chaqueta sucia y vieja sin abrochar y unos pantalones cortos de color azul celeste.



Parece tranquilo, anestesiado, vive en su mundo particular. Habla solo, mueve la cabeza, murmura, se queda mirando fijamente a la nada y entre reflexión y reflexión, da un trago más a su litrona. Es otro "homeless" más de Madrid. Otro número de una estadística macabra de gente que lo ha perdido todo, de gente que, por diversos motivos, vive una vida totalmente diferente a la nuestra.

Cuando vuelvo de trabajar en el autobus me lo encuentro siempre en el mismo sitio, en su marquesina. Y cuando el autobus para, yo le miro y el me mira y hace una mueca, que no me atrevería a catalogar de sonrisa. Me pregunto que pensará. Yo sigo mi camino cariacontecido y él me sigue con la mirada. Hasta mañana.