11 abril 2006

De automedicaciones e insaneces

Tengo la puñetera costumbre de ser muy cuidadoso a la hora de automedicarme. Me tiene que doler muy mucho la cabeza para acceder a tomarme un simple gelocatil. El clamoxil o frenadol, ya cuando la cosa se pone muy fea, y con reservas. Hasta me pienso bastante tomarme un par de míseros Aeroreds cuando ataca el gas sharin. La botica en casa es inexistente y, como mucho, tengo unas tiritas y un frasco de betadine.



Eso sí, no me cuesta nada en absoluto respirar los tubos de escape de los autobuses o el "aire" reciclado del metro, estar 8 horas seguidas sentado en frente del monitor con una luz deficiente y una silla nada ergonómica, comer de bocadillos en 10 minutos o preocuparme sistemáticamente por el trabajo y otras cosas de la vida cotidiana.

Esta visto que la vida en una gran urbe es un sistema en equilibrio inestable. Lo que ganas por una lado lo pierdes por otro ...