20 noviembre 2004

Lectura matutina de otoño

Me he levantado pronto para ser sábado. El sol ya entraba con fuerza por las rendijas de la persiana de mi habitación, lo cual me ha hecho suponer que hoy disfrutaremos de un día atípico de otoño en la meseta. No es que me disgusten estos dias tan soleados, pero soy de la opinión de que cada estación debe cumplir la meteorología que se espera de ella, en especial el otoño, que no en vano es mi estación favorita.

Asi que, a falta de obligaciones más urgentes, he aprovechado esa luz natural para leer en la cama, afición otrora perdida y que últimamente vengo recuperando a marchas forzadas. Y he leido cuatro horas con música de fondo, bajita eso sí, para no soliviantar a familia y vecindario. Me está encantando la novela de Zafón, no tardaré mucho en acabarla (no creo que pase de la semana que viene).

A todo esto, entre capítulo y capítulo, entre hoja y hoja, he estado preguntándome en silencio que estará haciendo ella y que pensará de nuestro complicado universo. Daría para escribir un libro. Quizás algún día lo haga, aunque nunca llegará a la cuadragesimo tercera edición, ni siquiera a la primera, porque nadie lo leerá. Voy a llamarla.