04 agosto 2004

Memorias de mis vacaciones más felices

Llevo todo el día abotargado agilipollado. Pensando en las musarañas y recordando momentos pasados. La nostalgia me ha invadido esta tarde porque he estado mirando fotos viejas (una costumbre que alimento cada cierto tiempo). Me he detenido sobre todo en las de mis primeras vacaciones veraniegas. Eran otros tiempos (para que os ubiqueis, unos tres o cuatro años más que en Cuentame como pasó y dos o tres menos que en Verano Azul) y yo era un lechón feliz con toda la vida por delante.

Me acuerdo que preparábamos las vacaciones con mucha antelación, aunque la verdad, no había mucho que preparar, porque ibamos a ir con el seiscientos (celeste, con matrícula de Sevilla) de mi progenitor al pueblo. Nada de playas ni de exoticos viajes al extranjero. Al pueblo, como está mandado. Tardábamos 4 horas y media en hacer 200 kilometros y pico y había que parar una o dos veces a que el motor se enfriase, pero todos estábamos muy contentos porque nos ibamos de vacaciones.

En el pueblo tenias un mes largo por delante para mayoritariamente jugar. Sin preocuparte de mucho más. Nos levantabamos temprano, cogiamos nuestras bicis e ibamos a jugar al frontón, al fútbol o lo que se terciara y luego quedabamos simplemente para dejar pasar el tiempo en el pantano o hacer cualquier tipo de trastada.

Luego, a mitad de mes, llegaban las fiestas, que era una verbena de pueblo y poco más, pero había piñatas y teniamos nuestra propia peña donde comenzabas a saber lo que era el alcohol moderado (media cerveza y estabas ya piripi) y a tener los primeros filtreos con las niñas del lugar, a las que habias dejado de considerar enemigo para pasar a ser el centro de tu vida. Ahí salía mas trasquilado que otra cosa, pero en aquella epoca se tenía mucho encaje. Los días eran eternos y había tiempo para todo. Y no te aburrias nunca. Siempre estabas haciendo algo.

Hasta que llegaba el tristísimo momento de la despedida y la vuelta a la urbe. El famoso "El final del verano, llegó, y tu partirasssss" cobraba todo el sentido. Sabías que el año que viene volverías a ver a todos los amigos y a esa chica que te hacía tilin, pero no podias evitar soltar una lagrimita. Todavía conservo cartas de aquella epoca. Voy a leerlas ...

PD: Recomiendo, para los de mi quinta, que lean Las piernas no son del cuerpo, de Juan Luis Cano, el de Gomaespuma. Refleja fielmente y con mucho humor esta época.